Por Cristóbal Herrera M.
Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, UACh.
Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, UACh.
¿Nos interpela Allende? es una de las preguntas que Atria se formula en su ensayo titulado Allende y la “vía chilena al socialismo”: ¿significa algo hoy?, ensayo introductorio de su libro Derechos sociales y educación: un nuevo paradigma de lo público. El autor invita a reflexionar cómo la figura del emblemático Presidente, su vida y su trayectoria política, hacen eco en la ciudadanía actual. Es una pregunta que en lo medular nos incita mantener vivo el lenguaje y la propuesta política de Allende, adaptando y guardando las proporciones de lo que significa extraer su pensamiento en el contexto en el que desarrolló sus ideas al que nosotros vivimos hoy en día. En suma, el ensayo le propone al lector valorar la forma en que Allende entendía la relación entre su ideología y las instituciones jurídicas en las que se desenvolvía; es una invitación para volver a releer la lógica de la política de Allende y extrapolarla a la actualidad como un medio de sostener un discurso alternativo al del liberalismo vigente. Para Atria, Allende no puede dejar de “interpelarnos”. No puede dejar de ser una influencia cultural al margen de la época en que sea leído su discurso. Allende debe permanecer como una imagen viva y fuente permanente de autocrítica política.
Pero así como la figura de Allende no puede dejar de interpelarnos, en el sentido que Atria le otorga a este concepto, otras figuras deben comenzar a hacerlo. En estas líneas me referiré brevemente, y lo más seguro de forma sesgada, a una síntesis de lo aportado a la literatura jurídica por Eduardo Novoa Monreal. Novoa Monreal debe ser conocido no sólo por haberse desempeñado como asesor jurídico del gobierno de Allende, sino sobre todo por aportar algunas de las ideas más interesantes y sofisticadas que la doctrina jurídica chilena haya alguna vez publicado.
Con un lenguaje sencillo y diáfano, Novoa Monreal escribe en sus trabajos de manera franca, fuera de rodeos y de parsimonia lingüística. En ellos, fundamentalmente en lo escrito en el exilio, donde sobresale por cierto su libro “El Derecho como obstáculo al cambio social”, Novoa Monreal expone en primer lugar cuál es su visión de lo que el derecho realmente es. Esta interrogante, primordial para el desenvolvimiento de la disciplina, suele ser soterrada hasta el día de hoy por los autores nacionales. Con particular honestidad, cargado de su ideología y notas de realismo jurídico, Novoa Monreal baja del Olimpo ético al derecho para describirlo como un sistema complejo, burocrático, sin carga axiológica propia y paralizante. Para él, el derecho limita el desenvolvimiento de las sociedades en tanto le impone a éstas reglas y valoraciones antiguas y ajenas a la cotidianeidad de las personas. Rechaza el carácter absolutista de las pretensiones morales del derecho, para presentarlo como una construcción contingente y al servicio de la ideología hegemónica de al menos estos dos últimos siglos: el liberalismo.
La obra de Novoa Monreal no se caracteriza por ser novedosa en el ámbito intelectual internacional. Se destaca, más bien, por recoger dichas ideas y adaptarlas a lo que son en lo esencial los sistemas jurídicos latinoamericanos. Su labor de descripción científica, en lugar de realizar una dogmática moralista de cómo el derecho debiera ser, fue original para el Chile en el cual vivió y después debió abandonar. Pero no sólo eso. No sólo fue original para aquella época, sino que sigue siendo proposición vigente porque lo él retrató en su momento sigue ocurriendo hoy en día. El derecho sigue siendo una estructura cultural que lejos de conseguir lo que algunos tratadistas escriben, en sus interminables textos de prescripción valórica, está alejado del devenir social. Pero por sobre todo, el derecho sigue siendo lo que Novoa Monreal escribió en sus propios términos. Sigue siendo en el mundo occidental una herramienta configurada en torno al liberalismo político. Lo que se entiende como sentido común del derecho, su lógica y principios, no son otros que los del liberalismo, que permea transversalmente al sistema jurídico y a sus intérpretes.
Por todo ello, Novoa Monreal debe comenzar a interpelarnos. Debe ser referencia bibliográfica no sólo para un pequeño grupo de lectores como lo es hoy en día. Ello puede deberse a que la dictadura chilena eliminó cultural y materialmente a todo lenguaje opuesto a la ideología que ella protegía. Salvo destellos particulares y sobresalientes, como el del Presidente Allende, un discurso alternativo al liberalismo no tiene la magnitud suficiente como para proponer una lógica diferente desde lo jurídico, en nuestro caso. Allí radica la importancia de Novoa Monreal, como fuente científica y dogmática. Debe comenzar a convertirse su discurso en uno que permita criticar nuestras instituciones, revisarlas y reestructurarlas de forma trascendente en el tiempo. Debe poder empezar a interpelarnos. Esta necesidad se pone en evidencia cuando el discurso de los derechos sociales vuelve a tener relevancia para poner en entredicho el alcance del liberalismo político. Novoa Monreal nos puede aportar de manera significativa a la labor que Atria ha denominado la construcción de un nuevo paradigma de lo público.
Gracias por la columna Cristobal. Creo que cada día más gente está interesada en la obra Novoa y el debate en Chile sobre el rol del derecho y el cambio social en los 60s y 70s. De hecho, en los ultimos meses me he encontrado con varios trabajos bastante buenos que destacan a Novoa. Como tú sostienes, Novoa era una expresión en Chile de un debate que estaba teniendo lugar en otros países de Europa, Estados Unidos y Latinoamerica en la epoca. Es un fascinante desafío reconectar a Chile con ese debate y también refinar la crítica de Novoa, que puede ser actualizada y robustecida de manera significativa.
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